[...] En la penumbra de la noche, se asoman dos abismos oscuros, profundos, sin alma...[...]
Ojos que ocultan secretos, dos pozos insondables, se ocultan tras una cortina de humo, una ilusión cuidadosamente tejida, telaraña de mentiras donde las sombras se entrelazan, formando el abismo de lo no dicho. Claman un peligro sutil que el cuerpo desarma. No puedes apartar la mirada, aunque cada fibra de tu ser te grite que huyas... Es como sí tuvieran un poder hipnótico, una atracción fatal que te envuelve en una niebla de incertidumbre y temor.
A la luz, pudieran parecer ojos inofensivos, casi encantadores. Pero detrás de esa fachada, se esconde un vacío insondable, un hambre que nunca se sacia. En la penumbra, la verdad se hace visible envuelta en una niebla de engaños, una figura emerge de ellos... Es un depredador, acechando en la oscuridad, esperando el momento perfecto para atacar. Su mirada, te atrapa, te paraliza, sientes el frío del abismo, el terror en tu piel...
[...] En el silencio de la habitación, las sombras danzan al compás de un susurro inaudible. Una presencia, apenas perceptible, se mueve con la delicadeza de la brisa, pero con la fuerza de una tormenta contenida. Es como el roce de una hoja contra la piel, un contacto tan ligero que casi podría negarse, pero que deja una marca indeleble[...]
Detrás de esos ojos, hay un hambre insaciable... Es un depredador, sediento de vida, de tu luz, de tu alma. Acechando a su presa en la oscuridad, esperando el momento perfecto para atacar... El miedo, un eco constante, se apodera de ti. Tus músculos se tensan, tu sangre se congela, y tu mente se disocia, un mecanismo de supervivencia, tu cuerpo te protege ante el horror que se avecina.
El devorador se regodea en tu miedo, disfrutando cada momento de tu agonía... Quiere que te desmorones, que sufras y te rindas ante él... Cuando ya no puedes más, cuando ya crees que no queda nada de ti, te devora hasta lo más profundo de tu ser, arrancando TODO de ti. Una vez pone sus garras en ti, sientes cómo te desgarra, te asfixia, y sabes que nunca te soltará, estás atrapada. Es una sensación que va más allá de lo físico, como si tu alma misma te estuviera siendo arrebatada, desgarrada y engullida, un infierno perpetrado por un monstruo sin escrúpulos, que necesita alimentar el agujero negro que porta en su interior... Nunca se sacia. Una tortura lenta y meticulosa, diseñada para despojarte de cada fragmento de tu ser.
[...] Horrores que se entrelazaba con el alma, tejiendo una red de hilos invisibles que atrapaban la voluntad. No había cadenas, no había gritos, solo el eco de un poder que se afirmaba en el silencio, un dominio ejercido sin palabras. [...]
Cazador sin sentimientos ni empatía, desnaturaliza a su víctima, haciéndola sentir atrapada en un ciclo de dolor y desesperanza, incapaz de encontrar una salida, acabas sucumbiendo...
Mirada cambiante, inquietante... A veces crees ver algo, una figura oscura tras la cortina, pero es tan sutil, que dudas, parte del engaño, sin duda. Un telón con poco recorrido. Hace el esfuerzo de esconder su esencia depravada. Pero no puede actuar por mucho tiempo; no sabe actuar. Lo que lleva dentro, su vacío, no lo puede ocultar. Debe alimentarlo o lo devorará por completo, obligándolo a hacer lo que más teme: verse a sí mismo. Su mirada avisa, sabe que puede ser su perdición, y el depredador se convierte en su propia víctima.
[...] Pero en la oscuridad, una chispa, la voluntad de huir, de sobrevivir. El cuerpo toma el control, se impone, y en la huida, la esperanza renace. Las cicatrices, testigos de la lucha, se cierran con costras de valentía. La resiliencia, un fuego que arde, y la víctima, ahora superviviente: -"¡VIVE!" [...]
Esos ojos... esos abismos negros... Son una ventana a una
dimensión de sufrimiento y desesperación. No puedes evitar sentir que, si te
quedas demasiado tiempo mirando, serás arrastrado a ese vacío, a ese abismo sin
retorno. Es una sensación que te persigue, que te atormenta incluso cuando
cierras los ojos. Porque sabes que esos ojos, esa mirada, siempre estarán ahí,
acechando en la penumbra, esperando el momento perfecto para atraparte.
[...]Y en ese juego de luces y sombras, la verdad se ocultaba a
plena vista, un misterio envuelto en el velo de lo cotidiano. Solo aquellos que
miraran más allá de la superficie, que sintieran el peso de las miradas y la
sutileza de los gestos, podrían percibir la historia no contada, la narrativa
oculta en el susurro del viento. [...]