24/09/2025

"Donde el sol nos encontró"


Sol, testigo sutil de millones de historias.

Entre ramas antiguas, tus rayos se cuelan hoy,

dibujando el camino con sutiles trazos dorados,

de esperanza cálida.


Esta tarde, el viento susurra en secreto

y guarda en su aliento lo que no llevó.


No hubo promesas,

solo miradas que hablan más que las palabras,

caricias sinceras bajo el amparo de los grandes árboles,

cómplices de lo acontecido.


Calma en lo eterno,

y el tiempo regalándonos instantes inolvidables.


Tus pasos y los míos

se buscan, se rozan,

dejando huellas invisibles

en la memoria del sendero.


Y como siempre,

cuando cae el sol,

cuando calla la tarde,

el camino dorado se desdibuja

y el silencio se vuelve más que silencio.


Ahora, dejemos que la luna nos guíe.




Y entonces, sin decirlo,
te acercaste un poco más.
Tus dedos, temblorosos,
se atrevieron a cruzar el espacio
que antes nos parecía prudente.

Y yo, que tanto temía al amor,
descubrí que no hay miedo
cuando el corazón late al compás de otro.


Las hojas caían discretas,
como si respetaran nuestra urgencia.

Y el banco testigo y cómplice, 
viejo y sabio,
guardó para siempre
ese suspiro largo que nos hizo uno.

Ya no somos solo pasos compartidos,
somos latidos entrelazados.
Y si la luna habrá de guiarnos,
que lo haga con la ternura
con la que esa tarde tú me miraste.

Porque desde entonces,
aunque el sendero se oscurezca,
aunque el sol se oculte,
caminar contigo
es siempre
caminar hacia la luz.


No lo planeamos,
no hacía falta.
Tus dedos encontraron los míos
como si lo supieran de antes,
como si este momento lo lleváramos escrito en la piel
desde hace tiempo.

Y ahí, entre luz dorada, 
hojas secas y tierra húmeda,
me sentí en casa.

Porque no era el parque.
No era el banco.
No era la hora mágica del atardecer.
Eras tú.

Eras tú quien hizo que el mundo se quedara quieto.
Quien convirtió un paseo sin destino
en el lugar exacto donde quería quedarme.

Y aunque luego el sol se fue,
y la sombra ganó terreno,
tus manos seguían firmes,
como diciéndome sin palabras:
"No te vayas, quédate un poco más."

Y me quedé.
Como se quedan las cosas que de verdad importan.
Sin prisa.
Sin miedo.
Con todo.

Porque hay días que se vuelven eternos
solo por cómo te mira alguien
cuando cree que no lo ves.

Y tú me miraste así.