I
Ansío hoy ese abrazo,
que me brinde valentía,
que me envuelva en su calma,
otorgándome el sosiego que tanto estimo,
que mi alma mendiga en silencio.
II
Como a las hojas que caen,
acógeme hoy en tu luz, mi Sol.
Como a esas cansadas hojas,
que tiemblan antes de caer,
bríndame tu abrazo cálido,
esa valentía que hoy me falta.
III
Las heridas se reabren tan deprisa…
y el nudo en mi garganta ahoga más.
Mi pecho, uniéndose al eco doliente de la memoria,
de un recuerdo que aún arde,
silencioso y antiguo como el viento.
IV
Tímidas hojas de otoño,
mirando al vacío, temiendo y ansiando soltarse...
Mas la brisa amiga les susurra: “Hazlo”,
y el gigante ardiente, en su dorado amparo, las guía.
V
Vuela libre, alma mía,
y que tu vuelo inspire a los que miran sin ver.
Que tu caída sea ejemplo,
y tu esperanza, semilla en su silencio.
VI
Sanar, dicen, oportunidad divina:
Es volver a sangrar,
arrancar las costras del alma,
las que apenas el tiempo logró secar.
Dejar que el aire purifique lo que duele.
Y, sin embargo,
¿no es así como el otoño enseña a vivir?
Dejando ir sin perderse,
muriendo un poco para renacer más liviano.
VII
Y duele…
Pero duele más cuando la noche calla,
cuando sólo queda el peso del sentir.
VIII
Hoy más que nunca necesito tus rayos,
tu voz callada en la brisa,
susurrando entre hojas que se rinden al vuelo:
“Descansa, pequeña,yo te cuido,como el sol cuidaa las hojas que caen sin miedo.”
Mi Sol, te ruego:
Abrígame en tus rayos,
dime que puedo cerrar los ojos,
que hoy, sólo hoy,
puedo descansar…
Y que Tú, silencioso guardián,
me cuidarás hasta el alba.
IX
Mi amado Sol,
envuélveme en tu abrazo protector,
hoy mi alma cansada se entrega a tu luz,
como hoja que al fin acepta el viento,
rindiéndose al renacer inevitable del otoño.
