I
II
III
IV
V
VI
VII
VIII
“Descansa, pequeña,yo te cuido,como el sol cuidaa las hojas que caen sin miedo.”
IX
I
II
III
IV
V
VI
VII
VIII
“Descansa, pequeña,yo te cuido,como el sol cuidaa las hojas que caen sin miedo.”
IX
Entre ramas antiguas, tus rayos se cuelan hoy,
dibujando el camino con sutiles trazos dorados,
de esperanza cálida.
Esta tarde, el viento susurra en secreto
y guarda en su aliento lo que no llevó.
No hubo promesas,
solo miradas que hablan más que las palabras,
caricias sinceras bajo el amparo de los grandes árboles,
cómplices de lo acontecido.
Calma en lo eterno,
y el tiempo regalándonos instantes inolvidables.
Tus pasos y los míos
se buscan, se rozan,
dejando huellas invisibles
en la memoria del sendero.
Y como siempre,
cuando cae el sol,
cuando calla la tarde,
el camino dorado se desdibuja
y el silencio se vuelve más que silencio.
Ahora, dejemos que la luna nos guíe.
Y tú me miraste así.

Deshacer mi bolsa de recuerdos, como cerrar un libro lleno de historias y memorias invaluables, me llevaba de vuelta a esos momentos vividos... Cada objeto: Tijeras de autosuficiencia, bolígrafos extra para mis mentores, las libretas repletas de notas y lecciones... Cada página, cada línea, testigo y símbolo de esfuerzos, de intentos por aprender y ser de ayuda.
Los primeros días fueron de duda, las primeras semanas, solo podía sentirme torpe y fuera de lugar, lo único que quería era no estorbar, como si cada paso que daba fuera un tropiezo más. Pero poco a poco, con su infinita bondad y paciencia, aquellas puertas abiertas, brindaron un hogar. Cada día que pasaba, me sentía más aceptada y valorada. Cada sonrisa y palabras de aliento, me dieron fuerzas para continuar.
Recordando cada momento vivido, testimonio para no ser un estorbo y poder ayudar, crecimiento y evolución personal y profesional.
Los animales, cuyas miradas traspasan las armaduras más robustas y pesadas, con sus ojos llenos de amor y gratitud, me enseñaron lecciones que jamás olvidaré. Incluso convalecientes, nunca pierden su luz. Despedidas, más felices, de regreso a casa, y más desagradables e inevitables, así es formar parte del ciclo de la vida. Lecciones de empatía, respeto y compasión. Nuestra misión, hacerles el camino más llevadero. Cada caricia, cada mirada, cada mimo, un consuelo. A pesar del dolor de las despedidas, es reconfortante saber que se hizo todo lo posible por mejorar sus vidas.
Los recuerdos de esos meses me acompañarán siempre. Las conversaciones, las risas, y también los momentos de tristeza y frustración compartida. Aprendí que el trabajo en equipo es fundamental, y que cada uno, con sus habilidades, cariño y esfuerzo, aporta algo único y valioso. Aunque ahora me enfrento a la incertidumbre de no saber si volveré a ver a esas personas y animales, me consuela saber que, de alguna manera, todos dejamos una huella en la vida de los demás.
Hoy, mientras las lágrimas caen por mi rostro, sé que este dolor es una señal de que formé parte de algo maravilloso, de que viví intensamente. Y aunque el futuro es incierto, llevaré conmigo estos recuerdos y las lecciones aprendidas, con la esperanza de que, algún día, nuestros caminos, tal vez, se crucen de nuevo.
La nostalgia se entrelaza en mi corazón como un murmuro eterno, recordando la inocencia de la infancia y los lazos inquebrantables. Los recuerdos dulces nos guían hacia un futuro prometedor, donde la pureza y la fidelidad son nuestros cimientos.
En cada decisión, la sabiduría del pasado ilumina nuestro camino como una estrella eterna. Honremos estos recuerdos y construyamos un futuro lleno de oportunidades y relaciones significativas, de felicidad, que perdure para siempre.