de una farola solitaria,
como la vida misma:
sendero envuelto en sombras y misterios,
que nos llama y reta a seguir avanzando,
pese al miedo.
Porque hasta la luz más difusa
puede marcar el rumbo,
cual brújula silenciosa.
Un paso más,
y con él, el valor renace,
revelando que las sombras
también son parte del paisaje,
necesarias para su composición,
y nunca, destino final.