Respiro profundamente, intento dejar de pensar para esperar mi fatídico fin... No puedo dejar mi mente en blanco, por mucho que intente hacer como si nada y dejarme morir, no puedo, se lo debo, «me lo debo»... Yo soy mi propio peso muerto, lo que me hace caer, lo que no me deja detenerme... Soy yo.
No me daba cuenta, pero al intentar frenarme por ellos, porque siempre han estado a mi lado allá... El aire, el sol, las nubes, las estrellas... siempre me han querido, y yo se lo he pagado haciéndoles daño, y se lo pago... Al pensar en eso:-“Debo frenar por ellos. Debo dejar de hacerle daño. Se lo debo. Debo evitar que estén mal. Debo, debo, debo...". Cargaba más peso en mi cuerpo. Y al llegar a la brillante idea de poner distancia entre ellos y yo, y llevarla a cabo, me sentía peor, y me siento peor. Hacerles que me odien, confundirles o mentirles para que no notaran que sigo cayendo al vacío... -“Así, sí no lo saben, no se preocuparan, o al menos lo harán en menor medida. Les evitaré sufrimiento.". No sé si les he evitado algo, pero sé que yo me he hecho trizas el corazón, como va a quedar mi cuerpo de no hacer nada, pero que hacer... Yo soy mi único enemigo ¿Cómo lucho contra mí misma?
Me siento pesada... Todas esas malas ideas me han cargado peso extra, como la de no dejarme conocer... Si, llevé mi teatro hasta el límite. Quería que nadie viera como me sentía en realidad, quería que me vieran fuerte, una chica que se come el mundo y una borde. Así mantendría alejada a la gente, tanto a los que ya conocía como los que acababa de conocer... No quería más gente que me quisiera, no quería hacer más daño a más personas, no quiero. Pero me hacía daño a mí misma, lo sé, lo sabía, pero... -“Yo no importo. Ellos son los que importan." « Claro que ellos importan, pero tú también».
Sí, yo soy la persona que me empuja hacia el suelo, yo misma... Y mientras veo como las nubes sueltan sus gotas de lluvia, las cuales calan mis entrañas... veo la oscuridad que deja paso un sol herido que va apagando sus llamas, es tan frío... El aire silba desesperadamente, intenta rozarme y no puede, me atraviesa...
Yo he hecho que esto sea así, yo les he llevado a tal estado... Ser maligno y egoísta, Ser odioso, Ser... -¡Ya vale! no.
¿Qué es esa voz? ¿Es mi voz? Pero yo no he hablado. Vuelvo a abrir los ojos y veo, encima de mí, una niña pequeña que cae del mismo modo que yo. Me es muy familiar, casi diría que hubo un tiempo en el que éramos la misma persona. La observo con más detenimiento... está temblando... Algo húmedo toca mi mejilla, miró rápidamente a sus ojos, está llorando... Una oleada de tristeza ahoga mi ser, me siento culpable. Sus ojos están llenos de lágrimas, igual que ahora los míos, puedo ver mi reflejo en ellos... y puedo ver que tiene miedo... lo tenemos... Pongo mis manos en sus hombros y le sonrió intentando tranquilizarla, ella me responde con una sonrisa amplia y sus ojos se achinan al hacerlo. Mi corazón se tranquiliza al ver ese gesto y empiezo a sentir un calor que hacía tiempo que no sentía. La niña lo nota y abre sus ojos para ver qué me sucede. Esta vez soy yo la que sonríe ampliamente y achina los ojos, su gesto de preocupación me enternece... La niña me abraza feliz y yo, al principio sorprendida, acabo abrazándola también y dejándome llevar por el sentimiento nostálgico que me invade. Me transmite paz y tranquilidad, es un calor tan bueno... Lo echaba de menos.
Se oye una voz, mejor dicho un susurro: -No nos hagas más daño.
Abro los ojos inmediatamente y contemplo como la niña me mira, ¡está encogiendo poco a poco entre mis brazos! Estoy asustada, no quiero que se vaya, todavía no.
Sus manos tocan mis mejillas, esto hace que mire directamente a sus ojos... No está asustada, está feliz.
Tiene fuerza y sabiduría en sus ojos, como un adulto, de no ser por la gran inocencia que rebosan pensaría que son los ojos de alguien mucho más mayor de 5 años. Me tranquiliza verla así... Ella lo percibe, y vuelve a hacer su sonrisa característica. Otra vez la sensación de calidez inunda mi cuerpo. Ella cada vez se hace más diminuta, pero yo mantengo la calma... Sé que no se irá. Ahora sé que siempre ha estado aquí, nunca se ha ido, aunque pensaba que si lo había hecho... No era capaz de sentirla, la tapaban tantos pensamientos dañinos.
Justo antes de dejar de verla, me dice que nos cuide mejor, y desaparece de mi vista. Me llevo las manos al corazón, es de aquí de donde emerge ese calor que me hace sentir tan bien. «Es aquí donde estaba». Sonrío con los ojos cerrados.
Los abro de nuevo, y estoy en la misma situación que en un principio: El sol apagándose, las nubes oscuras con sus gotas y el agudo sonido de desesperación del aire, todo ello porque ven que me precipitó inevitablemente contra el suelo... y este está cada vez más peligrosamente cerca, por lo que parece. Pero hay algo distinto en mí, me siento ligera como una pluma.
Sonrío y me doy la vuelta, ahora miro directamente al suelo, quien, seguro de sí, cree que ya soy suya...
Pero ahora puedo, y sé cómo salvarme.