Él quiere de mí, lo mismo que quiero yo de ti,
que es lo mismo de lo que presume esa chica que le das,
cuando tus ojos me miran a mí.
Parece que lo único que coincide son nuestras miradas.
Tú con ella y yo con él...
¿Por qué será que cuándo me quiero acercar a ti estás con ella?
y, ¿cuándo tú quieres acercarte, estoy con él?
Empezamos así para que el uno se fijara en el otro,
no nos dimos cuenta de que ya lo hacíamos...
Ahora parece imposible que coincidamos,
nunca llega nuestro momento,
parece que hasta el destino se opone a nosotros,
y tal vez sea así...
En un principio, yo deseaba estar junto a ti
y tú preferías pasar de mí;
seguimos con que, tú querías estar a mi lado
y yo huía de ti...
Después, yo quise entablar conversación contigo
y tú me aborrecías...
Luego, fuiste tú quién intentó hablar
y yo negué tu existencia...
Más tarde, llegamos a la feliz idea de los celos,
no nos importó usar a otras personas,
lo importante era ver la reacción del otro.
Ahora, aun sabiendo ya por qué nos comportábamos como el perro y el gato,
seguimos siendo unos egoístas y, a de más, ahora somos orgullosos.
Por eso, tal vez, nuestro momento nunca ha de ser;
por eso el destino se nos opone,
y por eso el tiempo parece estar en contra nuestra.
Piénsalo bien:
¿Por qué a un par de orgullosos
que quieren que la persona a la que aman,
que, paradójicamente, es a la que no paran de dañar,
se arrastre delante de ellos implorando su amor,
y que no ponen reparo en utilizar a otra personas
que les son totalmente indiferentes para lograr su fin,
deben ser recompensados?
La verdad es que soy un poco dramática...
Simplemente somos unos cobardes inseguros,
siempre lo hemos sido,
por eso nunca coincidimos, ni coincidiremos.
No me arrepiento de sentir lo que sentí,
ni de sentir lo que siento...
Mis sentimientos son dos polos opuestos.