07/04/2016

Todo nos sabe a poco

 Todo nos sabe a poco, nada nos sabe a nada, nada tiene valor... Queremos lo que no tenemos y lo que tenemos, de alguna manera (indirecta o directa), lo despreciamos, lo hacemos de menos, insignificante ante nuestros ojos y nuestra percepción... 
Es verdad, cuando pierdes algo, a alguien, te das cuenta, en verdad, de lo importante que era, de que realmente lo necesitabas a tu lado, pero como ya lo tenías no lo echabas en falta...

Es una cruel realidad, pero no somos más maduros que aquel bebé que tiene todo lo que puede pedir, y eso que todavía no sabe hablar. El bebé no se da cuenta de sus "juguetes", prefiere lo de otro, hasta que alguien decide "jugar con sus juguetes". Entonces se da cuenta de que puede perderlos y llora para que se los de vuelvan, porque él no ha sabido cuidarlos, defenderlos, y se los han, digamos, "quitado".

No, no hemos madurado en ese aspecto, al menos, yo, en sus momentos, no lo hice y, ahora, me arrepiento. Ni sí quiera quiero saber si ahora soy madura en ese aspecto. Porque, cuando eres mayor, cuando te “quitan” a alguien, significa mucho más que cuando eres bebé. El llanto no te servirá de nada, con nada conseguirás recuperarlos...
Cuando una persona “se va”, “se va” para siempre.
Se fueron, no sabrás muy bien a dónde, pero el caso es que ya no estarán a tú lado... Solo quedarán las preguntas: 
¿Aprovechaste bien el tiempo? ¿Supiste hacerles saber lo importantes que eran para ti? ...
O eres tan mezquino que te has dado cuenta ahora, que ya no están y no volverán, de que eran grandes personas para ti, de lo importantes que son...












Nunca has de desaprovechar ningún momento con alguien a quien aprecias, aunque sean pocos segundos, aprovéchalos. 

La vida es efímera, cruelmente corta, pero un magnífico Don. No la malgastes, compártela, disfrútala con quien más quieras y haciendo lo que quieras, no pierdas ni un segundo.