No sé si
este sistema de falsa esperanza me ayuda o más bien me ancla más al abismo en
el que me hallo; pues a veces creo que por fin he salido del
agujero, estoy alzando el vuelo, pero como he partido de una construcción
cimentada con falsos y huecos cimientos, no tarda en desmoronarse en una gran
nube de polvo, y ante mis ojos vuelve a aparecer la realidad, la oscuridad en
la que me hallo.Me siento tan agradecida a ellos, y a la vez siento que soy una piedra en su camino… Porque es a mí a quién toca volar, nadie puede volar por mí, yo debo alzar el vuelo… Pero ¿cómo? ¡¿Cómo?! Si cuando parece que, por fin, estoy tocando el sol, todo desaparece y sólo veo oscuridad… ¿Estaré rota de verdad?
Los
graznidos cesaron como lo hacen los vientos fríos del invierno con la llegada
de la cálida primavera…
No fue hasta que un cuervo adulto, quien se supone que nos enseñaba a
batir las alas, volvía a elevar los fatales cantos contra mis pequeñas plumas…
Desde ese momento, ya no cesarían y ya harían daño, aunque yo lo desconocía por
completo.Si, aun
teniéndolo delante no logré verlo hasta mucho, mucho tiempo después… Me costó
bastante ver que mi apoyo, mi mejor amigo, no era ni mi amigo.
Ya nada
me retenía, decidí que era de tontos seguir soportando más graznidos y
picotazos, me alejé de las aves ruidosas, mi no amigo quiso seguir con ellas,
no tenía mí mismo problema…
Pensé que, al alejarme, todo acabaría o al menos parte del suplicio acabaría, pero me equivoqué.
Poco a
poco mi canto se fue haciendo más sordo, imperceptible… pero nunca deje de
cantar, aunque he de reconocer que el imperceptible sonido que emitía, era más
bien un grito sordo de tristeza, pedía ayuda…
Todos los sentimientos apartados y guardados bajo llave que no permití que me afectaran,
ingenuamente, más los que ya rebosaban en primer plano, implosionaron
sumergiéndome en una oscuridad profunda y tenebrosa...
Con
tiempo, y apoyo, logre dar mi primer vuelo, lo suficiente para salir de la
oscuridad y para saber que sigue habiendo cielo y aves que lo surcan con sus
miles de melodías, todas ellas amenizadas por el gigante de fuego que observa
feliz y dichoso el jolgorio de la vida.

Sigo
teniendo esperanza, me volveré a reunir con ellos… aunque ya no puedo volar,
¿se me habrá olvidado? No sé cómo, pero quiero ser parte de esa vida…
Lo
aprendido más los cantos esperanzadores de las aves buenas que oí en esa
oscuridad, los guardé, a fuego, en mi memoria. Estos cantos esperanzadores
junto a los de las aves que veo desde este hastío lugar en el que me encuentro
ahora, serán mis cimientos sanos y firmes de los cuales ascenderé al azul de
nubes y cantares. Pero, aún no sé qué les pasa a mis alas…
Sólo quiero volar, en el cielo mi dulce canción cantar, junto a
mis queridos pájaros estar, y un día, al sol llegar.



