01/08/2018

Me basta con ser feliz

No consigo recordarlos... Algo cubre mis recuerdos... Es un manto tupido, el cual ha sido colocado intencionadamente por lo profundo de mi ser, aunque no consigo distinguir sí ha sido por mi parte buena o mala.

A quién pretendo engañar, sólo soy una, una parte torpe e ignorante... Por eso el velo, la ignorancia da la felicidad, ahh... !Qué bien se me da lo de parafrasear¡ Lo de ocultar la verdad de mí bajo un velo tupido. Hay veces que consigo engañarme hasta a mí misma, me creo mi papel. ¿Me hace eso una buena actriz? Nah, simplemente una cobarde, pues sí, tengo miedo, y no solo de hablar abiertamente, lo que más temo son los efectos que pueda causar... 
Torpe e ignorante... Como un bebé.

Parecía que mantenerme en pie era fácil, que andar estaba chupado y que correr y saltar lo tenía dominado... Parecía... Otra vez una palabra con doble rasero... Y es que, siempre tropiezo con la misma piedra, aunque cambie de camino, parece que siempre me está esperando.



Un verano, siendo niña, recuerdo caerme en el mismo sitio tres veces. No el mismo día, ni la misma semana, pero si la siguiente. Recuerdo las heridas de mis rodillas, nunca llegaban a curarse... Cuando parecía que ya empezaban a hacerse más pequeñas, me volvía a caer, y se abrían otra vez, hasta se hacían más grandes.

...Nunca he brillado por mi agilidad...

¿Cuántas veces me he caído de bruces contra el suelo? No se correr, saltar o andar, y lo peor es que ni me tengo en pie... Sí paso más tiempo en el suelo, magullada, pensando cómo hacer ver que soy una persona fuerte, que camina con decisión y paso firme.

Peor que un bebé, la testarudez de un niño pequeño también me juega malas pasadas...


Y es que, dicen que, la perseverancia es un don, junto con la paciencia y la valentía que aporta estar siempre al frente de un cañón; pero desde mi humilde punto de vista, sí esos magníficos dones son el resultado de una mente que carece de cordura... La perseverancia pasa a ser pesadez y la valentía, junto a la paciencia, desaparecen, dejando paso a la ceguera que, a su vez, produce el aburrimiento.

Peor que un bebé e igual que un niño aburridamente pesado...



Quizá sea esto precisamente lo que nubla mis recuerdos... ¿Quién quiere recordar todas sus caídas? O más bien, ¿Quién puede?


Sí te equivocas aprendes y, aunque te cueste varios intentos, acabas superando el obstáculo. Pero... ¿Y sí nunca aprendes?


Tantas veces equivocarte, tantas veces pensar que será distinto, tantas veces cambiarte a ti mismo, todo para lograr avanzar aunque sea una milésima... TODO, acaba cansando, y terminas rindiéndote al bucle en que se convierte tu vida: Ya no ves los colores, ni percibes absolutamente nada de la vida. Eres una máquina programada para equivocarte, siempre. Un error de programación en tu sistema o, más bien, una lección mal aprendida... La esperanza de que el mundo cambie. Todo estalla dentro de ti... Te dices a ti misma que no vales, que estás rota, este no es tu lugar porque tú, no tienes lugar, no mereces estar aquí.
Es entonces cuando tu cuerpo toma conciencia por sí mismo; la cordura se esfumó, y la mente se ve envuelta en cuantiosos pensamientos. Perdida la capacidad de razonar, el cuerpo intenta seguir viviendo, necesita que la mente descanse para recuperarse, ¿Cómo? No dándole más cosas en que pensar.


Mi cuerpo decidió que para sobrevivirme, tendría que dar tiempos muertos a la mente, así que, dejaba de responder. Cuando sabía que expondría a su compañera a más problemas, él tomaba el control, a su manera; tengo entendido que, se llama "somatizar".

Y así, la frustración pudo con mi mente hasta el punto que, mi cuerpo era un "ente" sin alma.
Cuesta darse cuenta, pero dejas de vivir, ya no confías en ti y no sabes quién o qué eres.

Yo solía decir que, tenía que ser como una máquina; ya que no podía controlar a voluntad propia mi sistema, qué menos que dejar de sentir, de llorar, de comer, de dormir... Qué menos que ser una máquina programada para abstenerse de ser humana.
Así mis fracasos no afectarían a nadie y dejaría de sembrar el caos y el dolor en la gente cercana a mí y, bueno, en mí, aunque eso no me importaba tanto. Llegué a cumplir mi papel, o eso creía ...

No había más daño a otros, no había más pensamientos de culpa, no vivía, no había más fracaso, la gente era feliz... Creí.
Pero yo no lo era, y por ende, las personas que de verdad me amaban no se llegaban a creer mi papel, notaban que algo no funcionaba. Nadie, nada estaba bien.


Y llegó otra estúpida idea... Sí, ya había decidido no sentir y, me había encerrado en mí castillo para protegerlos, pero seguían estando al pie de la muralla... 
Entonces, decidí que, estarían más seguros sí yo no estaba cerca. Me aislé completamente, corté relaciones de mala manera para que se olvidaran de mi existencia, para molestar menos, hice que me odiaran... Recuerdo sus insultos, sus miradas... Son cicatrices que nunca desaparecerán, porque me merecía el dolor, porque me las merezco, porque soy una cretina. Dolía cuando mi hermano me decía que era un mal "bicho" y, que me merecía estar sola... Sí, pero esa era mi intención. Sola no haría más daño, creí.


El caso es que, al final, no era la mente lo más importante, en verdad, lo era aquello que intentaba proteger en los demás... Me terminé rompiendo el corazón. Fue la tristeza, al ver que hacía daño, que estaba sola, que me odiaban las personas que más amaba... Me di cuenta que, esas piedras en mi camino, no son nada... Lo que me importa son las personas a quien amo, mi alma, quiero ser feliz y poder disfrutar con ellos. Por fin, me encontré.

Soy patosa, ignorante, testaruda (hasta el punto de aburrir), mezquina... Pero también me encanta ver la luz del sol al amanecer y, saber que ese día estaré viva, que caminaré por mi camino y encontraré a mi gente, tendré mis pequeñas aventuras, y seré feliz. 

Es tan bello ver el color en la vida, no aburrirte ni un solo instante de ella, aprender a tu ritmo y relacionarte... Es tan bello sentir: Puedo llorar de risa con mis amigos, estar triste porque he amado y amo a alguien que ya no está, enfadarme porque mi hermano se comió mi comida, abrazar a mi madre o besar la calva de mi padre porque sí, emocionarme por ser parte de mi gran familia, reír, disfrutar...




Creo que no me hace falta recordarlo todo... Simplemente, me basta con ser feliz.